viernes, 5 de junio de 2009

Lo real y la representación

Texto publicado por a revista La Mujer de mi Vida en septiebe de 2007

La Representación.



Nos juntamos por el cumpleaños de Octavio. Había clima de aquelarre. Como siempre que varias personas se reúnen para agasajar a un ser querido.

La noche fluía con espontaneidad, hasta hubo momentos de magia y noté con emoción algunos rasgos de mi tierra donde, creo, todavía se puede Ser un poco más que en otros lugares del planeta. Pero ese es otro tema.

Me voy a referir a esta anécdota que me llamó la atención por lo natural de su artificialidad.



Un cumpleaños. 15 o 20 personas se reúnen una vez al año. Muchas de ellas solo se ven en esta ocasión. Todos tienen en común el afecto por una misma persona. La noche transcurre normalmente, se cuentan anécdotas, bromean, beben, la pasan bien, por un día pertenecen al mismo club. Luego viene la torta. Se apaga la luz. El feliz cumpleaños. Tres deseos! Un momento de silencio… Octavio apaga de un soplido todas las velitas. Aplausos, chiflidos… PARÁ! Grita una del montón, “pará! Que no llegué a hacer la foto…”

El momento entra en pausa, el tiempo se diluye mientras Octavio reconstruye lo que segundos atrás acababa de vivir. De nuevo las velas, las luces apagadas, una mueca de soplido en sus labios, sostenido… una, dos, pará que cerraste los ojos… otra vez… tres, cuatro, el tiempo y las repeticiones que sean necesarias…



Luego el tiempo retoma, vienen los abrazos y las felicitaciones. La vida continúa…



Señal interrumpida, interferencias… algo se ha colado en la vivencia.

Una persona advierte no haber dejado testamento, perdón, testimonio de lo ocurrido. Motivo suficiente para no hacer otra cosa que mutilar la propia experiencia que tan imperiosamente había que dar cuenta.



Solo faltaría que de la nada sugiera una voz en off diciendo: “no sirve, repetir…!”.

Entonces viene lo “natural”, la verdad se impone, tiránica. Todos nos sabemos la letra y plácidos accedemos a la representación del momento interrumpido por esa/su misma representación.

Entramos complacientes en el paréntesis, tal vez un poco incómodos para los que solo dejamos hacer y no participamos en la reconstrucción, pero que todos reconocemos como justo.

Ya tenemos la foto, no así del todo, el momento representado.



Creo haber visto un despunte en el tejido de mi realidad cotidiana y simplemente tiro.

Algo parece no estar en paz. Algo no concilia. Creo.

A partir de ese momento me obsesiona lo que llamo La Representación. Su poder para imponerse, la familiaridad que ha ganado y la dificultad de discriminarlo en lo cotidiano. Creo que es una nueva situación que está implícita en la que no nos hemos puesto a pensar. Simplemente es así.



Vuelvo a pensar en la representación cuando entro en una café en la esquina de Independencia al 2400 para hacer un poco de tiempo. Justamente me gustó porque parecía un bar “de los de antes” que se conserva original, pensé. Las mesadas gastadas de madera, chorizos y quesos colgando, barra pesada de mármol, alacenas antiguas… clima cálido. Luego de un momento, reconozco que justamente ese tono “auténtico” es falso.

Cuando se acerca el mozo para tomar el pedido ya no quedan dudas, lleva una bandera argentina en el sombrerín.

Están de adorno, todo es ornamental. Uno diría para el turista, pero no solo para estos —no había ninguno—, más bien para el de afuera, para una mirada ajena. Hecho específicamente para este fin, es imposible verlo desde dentro. Casi exhibicionista, espera ser visto.

Adaptado, traducido, recreado, representado.

Enseguida siento el impulso a tercerizarme, verlo por los ojos del “otro”, así, lindo, maquillado y me acomodo como parte del paisaje. No se de donde viene, pero siento satisfacción y la sensación de que así las cosas “están bien hechas”.



Lo mismo me sucedió en el nuevo Bar El Británico. Que volvió a abrir después de estar un tiempo cerrado por su traspaso.

Está igual, pensé. Pero algo falla, algo en el ambiente difícil de describir me revela que es una copia. Es casi imperceptible, trato de buscar evidencias: falta suciedad, sobra pintura, los mozos son jóvenes, bilingües y amables. El baño existe. Pero falta el Británico.

Mmmm, sospecho. El lugar que antes ocupaba el Británico ahora ha sido reemplazado por su representación.



Algo no está del todo bien. No se cuando pasó a ser primero la gallina que el huevo. Pero este parece ser un buen momento.



¿Y qué hay con todo esto?

Que Octavio sopló las velitas sin esperar a que le sacara la foto y hubo que repetirlo.

La representación del cumpleaños importó más que la experiencia.

Que lo que rige es la mirada propia de la mirada de los otros. Poniendo a la cabeza su apariencia, una fotocopia y no considerar el ser teniendo en cuenta la esencia o profundidad o lo que sea que se es en totalidad. Solo hace falta parecer (parecerlo). Si lo real fuera siendo reemplazado por su representación en la vida cotidiana y viviéramos bajo una dictadura silenciosa de lo representado, ¿podría ser que consideremos a la representación de la realidad como la realidad misma?



Me viene a la mente la ingenua metáfora de la película de terror de lo 80 (que bien podría haberse llamado “los electrodomésticos nos domesticarán”) que se hace realidad. No son los lavarropas y secadoras eléctricas que copan las calles y nos esclavizan. Pero “algo” en la carrera de la modernidad se ha apoderado de nuestro tiempo, de nuestra sombra y de nuestro reflejo. Ya no se vive para adentro, ya no somos dentro hasta nuestro contorno sino todo lo contrario, solo somos de nuestro contorno hacia fuera. El mundo exterior que moldea nuestra epidermis. La imagen.

Le pertenecemos.

A partir de aquí, para existir algo solo hace falta reproducir simplemente la imagen, para ser considerado dentro de esta especie de convención explícita y que a su vez se lea como real, aunque (y hasta) que solo se queda en la mera imagen, su sola representación.



Sin tiempo, sin sombra y sin reflejo



Ya no hay tiempo de vivir. Al nacer nos regalan un reloj que nos marca por adelantado la carrera de la vida. Vivir por adelantado es lo correcto. Ganarle tiempo al tiempo. Un constante desfasaje. (En constante desventaja).

El estrés, la angustia y la insatisfacción de sabernos finitos con un mundo mucho, muchísimo, más grande de lo que podremos acaparar, nos obliga a tirar lastre.

Es idioma común la idea del ahorro de tiempo, somos capaces de hacer miles de cosas al mismo tiempo, aprovechar, adelantar, marcar pautas, listas, metas. Lo importante es llegar. Lo que vale es el certificado, que lo acredite, no así la experiencia.

El valor está en otra parte, en algo que sea palpable. Cuantitativo, evidenciable. Acumulable. Comprobable.



El tiempo es el mismo, el mundo es cada vez mas grande, la información más y más rápida. Hay que optimizarlo. Nos supera de antemano.

Del hecho a su representación hubo un trecho. Luego la vida se aceleró gracias a “la revolución callada de los electrodomésticos” o la tiranía de la tecnología, las distancias se acortaron, se achicaron, se tocaron y hasta ser una misma. Ahí es cuando se da el vuelco. El guante al revés. Ya llegamos tarde.

Ahora, antes de ahora. La inmediatez adelantada, en su mínima expresión y de común interpretación, la apariencia, sin consistencia ni contenido. Sin capacidad de proyectar sombra.

Y sin el reflejo directo de nosotros en los demás sino a través de un “otro” mediante, necesariamente “intelectualizado”, en su traducción, codificada y luego decodificada.



Cómo será el mundo a nuestro alrededor si no nos devuelve ya nuestra imagen de forma directa, mecánica, sino a través de convencionalismos, que ocupan su lugar por medio de la representación:

En la tapa del diario La Nación del domingo 29 de julio, una foto ilustra una nota de color. Se titula Un festejo en el Zoo: “Los visitantes del Zoo de Buenos Aires disfrutaron ayer de un festejo diferente. Botija, el famoso oso polar macho, cumplió 35 años acompañado por cientos de chicos en vacaciones de invierno…”

La foto tiene una composición de forma tal que entran en cuado los dos lados de la pared de cristal que divide al estanque donde se encuentra el famoso oso y los visitantes del otro lado, en el instante mismo en que Botija pasa nadando a centímetros de los chicos felices y entusiasmados. Lo que me divierte de esta imagen es su parentesco con “La lección de anatomía” de Rembrandt. Ninguno de los chicos que presencian este fantástico momento está mirando al oso pasar: todas las miradas de estas personitas felices están puestas sobre sus teléfonos móviles, que justamente se interponen entre sus ojos y el animal.



La idea (ilusión) de verdad en la representación de la belleza



Qué hay de la relación entre, por ejemplo, la belleza de una mujer y la representación bella de una mujer? (no dije de la representación de una mujer bella).

He visto y cada vez más (en revistas, tv, cine, o cualquier otro reproductor de la imagen) personas que portan en sus rostros sencillamente la representación de su cara. (J) La versión, la recreación, la hecha-a-conciencia de la que era, sin más. Hasta llegar a un punto donde casi no se percibe la relación. La nueva belleza parecería pertenecer a otra naturaleza. En su exponente más acentuado podríamos situar la belleza de esas series televisivas estadounidenses del tipo de Baywatch, médicos forenses, policías científicos, Lost, etc. (¿Se han fijado qué tan distante está esa belleza de la perfección de algo real?). Una dosis de realidad de probeta. Belleza de probeta. Belleza de probeta para una realidad de probeta. A la misma categoría que la realidad.

Se podría pensar que la belleza es algo, un atributo una propiedad (sin entrar en otros debates) de, en este caso, las personas.

Podría suponerse que el captar y reproducir y comunicar este espíritu ha sido objeto de las personas, por ejemplo de los artistas.

Luego, tras la existencia de hecho de este nuevo espacio (o idioma?) común y aparentemente universal, que habitamos con naturalidad, el de la Representación, se da el hecho posible de que estos objetos en su forma representada (esquemática, simbólica, estereotipada y sobretodo como devolución subjetiva) generen a su vez una producción. Una representación nacida de otra.

Realidad-representacion de la realidad- representación de la representación

Podríamos suponer que una vez que el Frankenstein cobra vida (la representación se hace real o natural) nos brinda un nuevo punto de partida desde donde situarnos hacia una nueva vuelta en la idea de lo recreado. Pero esta vez sin vinculo con el origen, si no que de entrada parte desde una mirada. (¿Un mundo representado sin origen?)

Que pasaría si no reconociéramos este nuevo punto de apoyo como Otro?

Como si transitáramos una tercera dimensión, con capacidades propias para captar solo dos, pero contando con artificios (tecnológicos, instrumentos) para alcanzar este otro estadio. O sea que a ese nuevo espacio solo pudiéramos llegar a través de instrumentos indirectos, parecidos a la realidad (sustitutos, reproducciones), los cuales hacen necesario una fe (bastante parecida a la ceguera) para poder continuar.

Eso hace necesario confiar en la veracidad de lo representado y que se le dé un estatus de verdad, para así poder avanzar a la próxima esfera sensorial.

(Si los niños estaban viendo al oso por medio de sus teléfonos, ¿quien fue realmente el testigo? ¿Y para que le sacaron fotos y filmaron? Para dar justamente testimonio de que eso haya sucedido.)



Esto me recuerda una fábula familiar, que una pariente lejana del campo sin contacto con la “civilización”, cuentan, que cuando vio la TV por primera vez, no pudo ver las imágenes, porque su mirada no estaba preparada para distinguir esa abstracción. Y cuando lo hizo (qué rápida es la adaptación humana) creyó hasta hace pocos años que los que aparecían en la televisión eran hombres pequeñitos que vivían dentro de ella. Que el que moría moría, y el que reencarnaba en un nuevo personaje, simplemente reencarnaba en un nuevo personaje.

Ya no quedan de estos detractores.



La fuerza de la representación y su influencia en la realidad



Un video: “EVERLONG”

Verlo: http://www.museomurac.com/gondry3.htm

En un bosque-real frondoso surge un libro gordo, que Bjork recoge, abre y ve que está en blanco. Inmediatamente el libro comienza a escribirse y Bjork vive la narración que va surgiendo en el libro cantando. Van sucediendo las cosas. Una vez escrito el libro lo entrega a un editor que decide publicarlo. Miles de ejemplares salen a la venta. La gente lo compra, lo lee y va al teatro a ver la presentación del libro donde Biork canta la experiencia de una muchacha que encuentra un libro en el bosque…

Pero esta vez el bosque es una escenografita. La utilería del editor, de los libros a la venta y lo que va sucediendo, mas simple y más esquemática.

Hasta llegar al teatro donde Bjork canta, dentro del anterior teatro. Y otra vez el bosque, que es más abstracto y pequeño…hasta que a fuerza de representar lo representado nos lleva al limite de la síntesis de la síntesis.

En el final la fuerza centrifuga se torna centrípeta y el caos irrumpe, brotan ramas en la ciudad y en el teatro, se cae la utilería y el libro es vuelto a consumir por el bosque que vuelve a ser frondoso y real.



Algunas reflexiones más desde la representación como concepto



Las pirámides intangibles.



Curiosamente el cine es un ámbito en el cual es muy difícil dar cuenta de los bucles de la representación.

Nada más puro para la representación que el arte del teatro y de ahí el cine. El arte de la representación por excelencia, desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer.

¿Qué pasaría si el escenario se abriera al mundo verdadero, o todos viviéramos en un escenario continuo, y ya no hubiera necesidad de vivir para contar, sino vivir a tiempo real la representación y perdiendo su condición de artístico (revisión) si no en la vida misma?



Dentro del mundo del cine existen miles de personas, miles de millones de dólares igual a miles de horas de millones de personas trabajando juntas para representar un instante de la vida de una persona. Una película de la vida de alguien. Horas, días, semanas, meses años de vida real de muchas personas para conseguir 90 minutos de realidad representada. Parece tener un gran valor. Me suena a miles de hombres que durante generaciones y generaciones vivieron y trabajaron para hacer posible las pirámides de Egipto, esas que podemos tocar.

¿Cuánta cantidad de gente otorga gran parte de su tiempo en construir un artificio de representación, que viva intensamente en la vida de Todos durante una temporada, para morir súbitamente tras el próximo hit el verano siguiente?

¿Cuánta vida real hace posible 30 segundos de vida representada, para ejemplificar a su vez lo real?



Cuestionamientos y conclusiones:



Una evidencia. Algo se nos adelantó. En algún lado la ficción dejó de serla. En algún momento cupimos todos dentro.



¿Estamos del otro lado del espejo? ¿Vivimos un espejismo?

¿Hay alguien del otro lado? ¿Hay otro lado?



¿Qué pasa cuando todos damos por supuesto (aceptamos), somos defensores y fieles devotos de algo que podría ser considerado un punto de vista?



La homogeneidad de la mirada



Influencia en la forma



Experiencia:

Puede que esta saturación y esta corta distancia, que nos empata y nos gana, aventajados por lo “contado” traiga toda esa cantidad de obra autobiográfica que está tan en boga.

Documentales (lo aparentemente más cerca, menos alejado, el camino más corto, más “hermano” de lo real) y autobiográficos.

Documentan la propia experiencia del director como uno, sujeto a ciertas experiencias…

¿Puede que en la huida de lo representado se va a la caza de lo auténtico? ¿De la experiencia de lo virgen, de lo real nunca contado?

Experiencias, cuanto mas exóticas, cuanto más diferentes y más “ricas” de información, mejor.

La mirada sobre lo nunca visto. Viviendo la representación misma.



Trampa y atributos adquiridos de lo real a través de su representación y sus límites.



Dada una forma bonita universal. Una homogeneidad de la mirada, regurgitada.

Nos ha acostumbrado a reconocer al mundo a través de sus representaciones, que a veces genera situaciones difíciles de conciliar.

Hasta la realidad más dura y horrible puede ser bella. ¿Cómo asimilar que un documental de la violación sistemática de niños en África pueda resultarme “hermosa”?

¿Se puede decir imagen bonita de niño real violado?

¿O cómo “la belleza de-en la pobreza”… cuando la belleza en la pobreza pasa a ser la belleza de la pobreza…

Lo “pintoresco” de la pobreza es atributo que solo puede darse a través de la representación de esta.

Y propiedad atribuida solamente por los no-pobres. Legitimada por la heterogeneidad de la mirada de lo bello por los espectadores. (Espectadores en contraposición de actores de la realidad).



El mundo del espectáculo. El mundo de las apariencias.



Parecería ser que la representación tuviera su propia geografía y sus propios habitantes.

El ser a base de satisfacer a los otros. Al público, al espectador, hasta en la vida privada.

No hay vida privada, el escenario es la vida misma. La representación impera. Una representación de uno mismo.



El mundo del espectáculo vendría a ser una suerte de lo real dentro de la ficción y todo el resto, o sea el publico los imitadores a su vez de esa apariencia de lo que nadie verdaderamente es.



Los programas de tv son solo masivos. Y cada vez condiciona más nuestra vida real. Hechos a imagen y semejanzas, el uno del otro. (real-representación, representación-realidad)

Al punto de alterar nuestra vida cotidiana.

Ya es posible vivir en un programa de tv, un tubo de ensayo de personas cada ver mas comunes o estereotipadas sujetos a ningún estimulo, para un público lo mas masivo posible, cada vez mas, cada vez mas.

La tv nos abre una ventana a un mundo nuevo, diferente, o a la ventana de tu casa, pero representado. Y consigue engañarnos haciéndonos sentir que estamos viviendo nuestro tiempo real.

Es un espejismo.

Mucha gente desconecta su existencia durante 2, 3, 4 horas al día para quitarse esas horas de existencia de encima. Qué calma.



¿Qué contenta y sostiene esto?

¿Qué surge como contrapunto para sostener el equilibrio?
¿O vamos hacia un híbrido que todo lo neutralice?



Un mundo esclavo de representar ser lo que no es y olvidarse de ser en el camino?

A qué se debe esa fuerza adoctrinadora y domadora hacia un ideal del artificio?

O hacia un artificio de lo real?



Será por saber tener perdida la batalla y no haber podido catalogar la armonía?

Es acaso el camino mas corto y posible de la satisfacción que nos (sabemos) es negada?



El afán de economizar la experiencia en un mundo que tiende a no arriesgarse



El momento creador es el único momento de certeza. Es tiempo real, tiempo de estar vivo. De entrega. Tiempo en el que hay que estar ahí 100%. Tiempo donde el tiempo se vive al transcurrir.

Dentro del momento creador uno está preso de la experiencia. Existe comunión, imprevisibilidad, riesgo y deseo. Entregado al ahora, ciego, vertiginosamente, se entra en el transe y no se sabe cuando se sale. Casi siempre se pierde, pero quizás por eso siempre se vuelve a intentar.

Es cuando todo nuestro ser está puesto enteramente en sí, en ese momento en ese lugar. No hay escapatoria, ni apuro, ni atajo.



Solo en la experiencia creadora estamos con certeza a salvo.



Esto es simplemente un intento de delimitar, de hacer tangible cuál es el color del cristal por el que vemos a través, para poder ser más libre a la hora de elegir. Simplemente.

Pero que sepas que si te sales de tu lugar y cuestionas y discutes te vuelves un tipo poco sociable. Para mantener una conversación habrá que deconstruir y construir antes. ¿Para qué? Ni idea, pero lo que está claro es que nadie, nadie quiere perder su lugar en la cola.



-¿Y qué regalan?

-No sé.